A medida que nos vamos haciendo mayores, aumenta la probabilidad de que nuestra capacidad para tener una vida autónoma se reduzca, esta situación se ve agravada en el caso de padecer enfermedades neurodegenerativas, como la de Alzheimer,  que pueden hacernos depender de otras personas. En muchos casos, estas personas cuidan a ese familiar dependiente que un día les enseñó a caminar por la vida.

Si ya es duro ver como un padre o una madre va perdiendo sus capacidades y autonomía personal, no menos duro es desempeñar el papel de cuidador. Actualmente,  los encargados de velar por estas personas dependientes son sus propios familiares en el 80% de los casos de enfermos de Alzheimer. Se estima, según estudios recientes, que el 65% o más de esos cuidadores sufrirán unos cambios drásticos en su vida, no sólo a nivel familiar o profesional, sino también a nivel emocional, lo que supone un riesgo para su salud. Es habitual que se encuentren agotados física y mentalmente,  mostrando un gran desgaste personal.

Los cuidadores a diario se enfrentan a una batalla interna, establecida entre el sentimiento de amor y lealtad por el que fuera su progenitor, por un lado,  y el agotamiento físico y psicológico, por el otro lado. En más de una ocasión, deseará que se termine ese calvario, al mismo tiempo que se arrepentirá de haberlo pensado.

Esta situación no se dará una única vez, sino que será un proceso en el que esa lucha interior se irá incrementando ante el avance implacable de la enfermedad. Es increíblemente duro ver cómo una persona se va quedando sin facultades hasta apagarse. Esta situación es vivida a diario por el cuidador, y su batalla se libra en silencio.

Un reto de auténticos titanes

Cada día es un reto que hay que superar. El cuidador vive duros momentos de tensión, porque el enfermo no se quiere bañar o porque se ha escapado de casa y no es posible localizarlo. Es una pelea constante, para que la persona enferma viva sus últimos días de una forma digna.

A esto debemos sumarle que, en un porcentaje elevado de los casos, esa tarea se desarrolla en solitario. Según las últimas estadísticas, un 40% de los cuidadores no recibe ningún tipo de ayuda, ni pública ni de otros familiares. Está solo en esta lucha que puede llevarle a padecer el cuadro denominado “burn-out” o “cuidador quemado”.

Es cierto que, desde un punto de vista del bienestar del enfermo, la permanencia en su entorno familiar, con sus seres queridos, rodeado por objetos que le son familiares, es la mejor opción, aunque su deterioro progresivo hará que pierda los recuerdos y la capacidad para identificar a las personas más allegadas.

Es por ello que, teniendo en cuenta el bienestar tanto del enfermo como el del familiar, en SINA queremos ayudar a las familias a pasar por este trance. Esto permitirá al cuidador  poder continuar con su vida familiar (hijos, pareja) y profesional sin desatender el cuidado del progenitor dependiente.

En SINA queremos ser tu apoyo. ¿Nos dejas ayudarte?

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